domingo, 12 de octubre de 2008

El Terremoto de 1939 como escenario de cambio





No hay duda que la reconstrucción de Chillán luego del terremoto de 1939, es uno de los capítulos más relevantes dentro de la historia de la arquitectura en Chile, ya que consolida, a la vez que institucionaliza, la práctica de la arquitectura moderna en nuestro país. La tarea emprendida por la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, organismo creado por el recién asumido Presidente Pedro Aguirre Cerda, llevó a cabo uno de los proyectos más ambiciosos en cuanto a planificación urbana de la época, ya que se trataba de levantar una ciudad completamente nueva sobre las ruinas del Chillán devastado, asumiendo de manera categórica los preceptos arquitectónicos que por aquella época se encontraban en plena fase de internacionalización, nacidos en Europa a partir de un proceso dialéctico entre fuerzas reaccionarias y progresistas que a partir de la pugna de sus posiciones de poder, dieron como resultado el surgimiento de la arquitectura moderna como un proceso reflexivo que atendía a una larga tradición de siglos en la búsqueda de retóricas formales, que encuentran a principios de la pasada centuria las condiciones de madurez necesarias para desarrollarse en su lugar de origen, ya que la situación social y política del viejo continente planteaba la urgencia de una renovación de los lenguajes plásticos ligados al arte, la arquitectura y el diseño.

Considerando la modernidad desde su frente más característico, la idea de progreso, las ciudades europeas sufrieron transformaciones que eran el resultado del devenir del pensamiento político, social, artístico y cultural que imperaba en aquellos años. La voluntad de cambio propiciaba las condiciones para que los principales centros urbanos fueran sometidos a una cirugía mayor, cuyo ejemplo más lúcido podemos rescatarlo de la reconstrucción de París por el Barón Haussmann, quien en el siglo XIX borró con la ciudad medieval que la capital francesa era hasta ese entonces, para transformarse en la ciudad moderna por excelencia.

En el caso de Chillán, esta voluntad de cambio se vio catalizada, lamentablemente, por un desastre natural. Una catástrofe de la naturaleza generó el escenario de cambio que venía dándose a nivel internacional, asumiendo las autoridades encargadas de la reconstrucción, el lenguaje que en Europa había nacido como un largo tránsito hasta llegar a su fase de diseminación.

Ante la tragedia del desastre telúrico, una posible lectura es evidenciar un usufructo intelectual de parte de quienes fueron los responsables de la misión de reconstruir Chillán, lo que incluso dio pie para una posible venida de Le Corbusier, arquitecto que había sintetizado los principios de la construcción moderna. Esta polémica, al igual que el interés de Le Corbusier por venir a reconstruir Chillán, seguramente no hubiera sido posible sin terremoto de por medio, así como tampoco la oportunidad de levantar una ciudad entera bajo los preceptos de la arquitectura moderna. Una catástrofe generó un escenario de cambios donde se replicó a pequeña escala ese panorama europeo de fuerzas reaccionarias y progresistas, que trataban de someterse mutuamente para hacer valer su posición respecto a la reconstrucción de Chillán. Al igual que a nivel internacional, triunfaron las posturas ligadas a una renovación de los lenguajes, a una necesidad de progreso que se definió en lo que hoy es la cara visible de la capital de Ñuble, que a la vez también nos recuerda, fuera de las disputas intelectuales, la memoria de aquellos que fallecieron en la tragedia que posibilitó el surgimiento de una nueva ciudad.

Rodrigo Vera

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